lunes, 31 de octubre de 2011
Letras orgásmicas
La letra me enamora, es un hecho. Sea Cortazar, sea Kundera, o sea el
chico del blog. No cualquiera, claro, pero escrito. El diálogo escrito
me enamora. Leer a Paula Lavalle y Raúl Costa, a bordo del Malcom, a
través de Julio, me deshace de placer. Sigo en un rato, hay un Raúl
esperando en mi ventana.
domingo, 23 de octubre de 2011
Brócolis vueltos caramelos
Si me
decías Folklore, no sonreía. De la misma manera en que nunca probé el
brócoli pero igual puedo afirmar que no me gusta. Me pregunté por qué
-lo del folklore- y surgieron escenas de la infancia con sabor a tedio,
sabor a adulto. Qué importa...
Hoy domingo gris, con el youtube abierto, lo miro de reojo y le sonrío. Hoy me cae bien.
Me conozco -algo- y sé que cuando ésto pasa, cuando empiezo a crecer -y no hablo de tiempos cronológicos-, cuando empiezo aprender- aprender y sentir-, en contra de mis prejuicios infantiles y mis brócolis, es signo de algo. De alguien. Todo toma otro sabor. Talvez mañana vuelva la indiferencia, pero mientras tanto, sonrío adolescente.
Hoy domingo gris, con el youtube abierto, lo miro de reojo y le sonrío. Hoy me cae bien.
Me conozco -algo- y sé que cuando ésto pasa, cuando empiezo a crecer -y no hablo de tiempos cronológicos-, cuando empiezo aprender- aprender y sentir-, en contra de mis prejuicios infantiles y mis brócolis, es signo de algo. De alguien. Todo toma otro sabor. Talvez mañana vuelva la indiferencia, pero mientras tanto, sonrío adolescente.
martes, 11 de octubre de 2011
Dos rollos y más.
El día de la repartija, él me dejó mil rollos, pero estos dos en concreto. Me los dejó posiblemente sin saberlo, pero en fin... me los dejó.
La historia es esta:
Un día desempolvamos las analógicas. La mia no funcionó, la de él sí. Junto con ella aparecieron 2 rollos en cajitas. Uno viejo: él no recordaba qué tenía. Uno vacío. (No sé ni una puta palabra de la jerga de la fotografía, con lo cual, no pidan demasiado). Usamos el vacío, nos sacamos 36 fotos en blanco y negro. En mi cabeza se veían hermosas. Yo quería revelarlas como contactos en el localito de los chinos a la vuelta de casa. Pero, un día, las dos cajitas negras sobre la cómoda, alguna estupidez en mi cabeza, y mis manos inquietas que abren una. Nunca supimos cual de los dos se veló. Como con otras cosas, el tiempo pasó, pasó y pasó, y ahí quedaron los rollos.
Hoy los miro y miro. Hay días en que la rutina me arrastra, mi casa se llena de gente, el tiempo pasa inexplicablemente más rápido, o simplemente estoy de buen humor. Pero hay otros días, en general los grises -y mi ánimo no entiende de cursilerías- en que algo me tienta a hundirme en la nostalgia. Pienso en los chinos, pienso en los rollos. Pienso en él.
La cuestión es... revelar o no revelar?
La historia es esta:
Un día desempolvamos las analógicas. La mia no funcionó, la de él sí. Junto con ella aparecieron 2 rollos en cajitas. Uno viejo: él no recordaba qué tenía. Uno vacío. (No sé ni una puta palabra de la jerga de la fotografía, con lo cual, no pidan demasiado). Usamos el vacío, nos sacamos 36 fotos en blanco y negro. En mi cabeza se veían hermosas. Yo quería revelarlas como contactos en el localito de los chinos a la vuelta de casa. Pero, un día, las dos cajitas negras sobre la cómoda, alguna estupidez en mi cabeza, y mis manos inquietas que abren una. Nunca supimos cual de los dos se veló. Como con otras cosas, el tiempo pasó, pasó y pasó, y ahí quedaron los rollos.
Hoy los miro y miro. Hay días en que la rutina me arrastra, mi casa se llena de gente, el tiempo pasa inexplicablemente más rápido, o simplemente estoy de buen humor. Pero hay otros días, en general los grises -y mi ánimo no entiende de cursilerías- en que algo me tienta a hundirme en la nostalgia. Pienso en los chinos, pienso en los rollos. Pienso en él.
La cuestión es... revelar o no revelar?
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