jueves, 22 de septiembre de 2011

De tibiezas y trincheras

La primera idea fue hacer un blog de cine. Escribir sobre películas, sobre mis películas. A quién quiero engañar? Necesito hablar de él. Otra vez? Ok. Necesito hablar de mi, y gozar un poco al menos en este papel de víctima (lo único que me dejó al dejarme). Sí, ya fue, te lo digo: me dejó. Aunque haya pasado un mes repitiendo "fue de acuerdo mutuo" a todas las personas que quisieron saber indignadas "pero cómo!!??", en momentos en que hubiera preferido tener menos amigos.

Después de una cómoda adolescencia burguesa en la que traté de llenar mis horas con las más exóticas, trágicas y románticas historias de amor (para compensar un poco mi falta de falta), lo conocí. Por supuesto que mordí el anzuelo por la misma vertiente. Un poco de misterio, alguna locura entre medio, visitas secretas, y al final, me embaucó: era de los normalitos.
Llegó justo. Era hora... 20 años. el lugar de segunda infravalorado por amigas moralistas. Era hora de "sentar cabeza".

Dicho y hecho. Mi cabeza se sentó en la silla principal, comodamente, desplazando a mi corazón, si quieren un poco de cursilería, o a mi cuerpo, si quieren un poco de verdad. Y disimuladamente, como quien no quiere la cosa, fue ganando terreno. Chau tragedia. Chau Manuel Mandeb. Chau Dolina. Chau Laura. Nada costó el amor. Lo amaba cómodamente. Amor de trinchera, según Martín. Lindo, suave, estable. Cotidiano. Que fea la palabra cotidiano para adjetivar un amor... Talvez sean excluyentes, y ese sea el problema. La vida pasaba cálida, entre épocas de fuego y de hielo, en general... tibia.

La gran pregunta es: Qué pasa cuando un amor de estos se termina? Es la primera vez que lo enfrento, y la incomodidad es enorme. Como quien quiere imitar reacciones que sirvieron en otras épocas y lugares, lo primero que intenté fue aturdirme con Radiohead y Cranberries para descongestionarme de lagrimas. No fue lo que esperaba... Lloré, sí. Pero... dónde está ese sentimiento de no querer levantarme de la cama nunca más en mi vida, de los 15 años cuando ese novio bajito me cagó? Ya no apareció. Dónde está ese masoquismo de hundirme en las fotos viejas? No me atrevería...
Optimista? No. Todo es peor. Todo es desconcierto. Todo es tibio hasta en la angustia.

Y a pesar de todo, lo extraño. Lo extraño sin nostalgia. Lo extraño en futuro.

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