miércoles, 30 de noviembre de 2011

El tiempo está después?

"Y en el apuro está lloviendo, ya no se apretaran
mis lagrimas en tus bolsillos, cambiaste de sacón.

Un día nos encontraremos en otro carnaval,
tendremos suerte si aprendemos que no hay ningun rincón
que no hay ningún atrapadero que pueda disolver
en su escondite lo que fuimos, el tiempo está después." F.Cabrera

domingo, 27 de noviembre de 2011

Carta

"Ojalá supieras comprender tu deber de ser meramente el sueño de un soñador. De ser apenas el incensario de la catedral de los devaneos. De tallar tus gestos como sueños, para que no fuesen si no ventanas abiertas a paisajes nuevos de tu alma. Así se vertebraría tu cuerpo en simulacros de sueño y entonces no sería posible verte sin pensar en otra cosa, y harías recordar a todo menos a ti misma y verte sería oír música y atravesar, sonámbulo, grandes paisajes de lagos muertos, vagas florestas silenciosas perdidas en el fondo de otras épocas, donde pares invisibles, y diversos vivien sentimientos que nosotros no tenemos.
Yo no te querría para nada sino para no tenerte. Querría que, soñando yo y si aparecieses tú, pudiera yo imaginarme aún soñando- no viéndote tal vez, pero advirtiendo quizá que el resplandor de la Luna ha llenado de [ ] los lagos muertos y que ecos de canciones ondean súbitamente en la gran floresta tácita, perdida en épocas imposibles.
La visión de ti sería el lecho donde mi alma, niña enferma, se adormecería para soñar otra vez con otro cielo. ¿Si hablarías? Si, pero de tal modo que oírte fuese no oírte sino ver grandes puentes a la luz de la luna, uniendo las dos orillas oscuras del río que va a dar al antiguo mar donde las carabelas son nuestras para siempre.
¿Sonríes? Yo no lo sabía, pero en mis cielos interiores vagaban las estrellas. Me llamas dormida. Yo no me daba cuenta, pero en el barco distante cuya vela de sueño bogaba bajo la luna, veo lejanas marismas."

Bernardo Soares.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Vouyerismo Melancólico

Mi balcón da a un edificio vecino. El balcón más alto del edificio vecino es largo y hermoso, de esos que se envidian. Sus habitantes varían entre mujeres jóvenes que cuelgan la ropa a las 2 de la tarde, u hombres en edad de panza cervecera que preparan el asado a las 10 de la noche, o nenes que corren, o abuelas que corren a los nenes que corren.  Nunca llego a memorizar sus caras como para identificarlas cuando se repiten. Cada día es una nueva historia en mi cabeza. Pero hay algo constante. Siempre hay fiesta. Fiesta moderada, pero, gente, luces, comida. Es una envidia permanente. Entonces, decidida a competir, anteayer hice una fiesta con luces y música y mucha gente. Hoy, dos días después, viernes, esperando su revancha, veo un balcón largo y hermoso, a oscuras, y una pareja cenando románticamente a la luz de las velas.
Los odio.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Estación Esperanza

Sábado de sol. Me desperté escuchando jazz, y me enamoró. Viajé escuchando zamba, y me enamoró. Me acosté escuchando bossa nova, y... me enamoró. Quizás la primavera me volvió un tanto sensible a la música. Quizás no.

Estación Cursi.

lunes, 31 de octubre de 2011

Letras orgásmicas

La letra me enamora, es un hecho. Sea Cortazar, sea Kundera, o sea el chico del blog. No cualquiera, claro, pero escrito. El diálogo escrito me enamora. Leer a Paula Lavalle y Raúl Costa, a bordo del Malcom, a través de Julio, me deshace de placer. Sigo en un rato, hay un Raúl esperando en mi ventana.

domingo, 23 de octubre de 2011

Brócolis vueltos caramelos

Si me decías Folklore, no sonreía. De la misma manera en que nunca probé el brócoli pero igual puedo afirmar que no me gusta. Me pregunté por qué -lo del folklore- y surgieron escenas de la infancia con sabor a tedio, sabor a adulto. Qué importa...
Hoy domingo gris, con el youtube abierto, lo miro de reojo y le sonrío. Hoy me cae bien.
Me conozco -algo- y sé que cuando ésto pasa, cuando empiezo a crecer -y no hablo de tiempos cronológicos-, cuando empiezo aprender- aprender y sentir-, en contra de mis prejuicios infantiles y mis brócolis, es signo de algo. De alguien. Todo toma otro sabor. Talvez mañana vuelva la indiferencia, pero mientras tanto, sonrío adolescente.

martes, 11 de octubre de 2011

Dos rollos y más.

El día de la repartija, él me dejó mil rollos, pero estos dos en concreto. Me los dejó posiblemente sin saberlo, pero en fin... me los dejó.




La historia es esta:


Un día desempolvamos las analógicas. La mia no funcionó, la de él sí. Junto con ella aparecieron 2 rollos en cajitas. Uno viejo: él no recordaba qué tenía. Uno vacío. (No sé ni una puta palabra de la jerga de la fotografía, con lo cual, no pidan demasiado). Usamos el vacío, nos sacamos 36 fotos en blanco y negro. En mi cabeza se veían hermosas. Yo quería revelarlas como contactos en el localito de los chinos a la vuelta de casa. Pero, un día, las dos cajitas negras sobre la cómoda, alguna estupidez en mi cabeza, y mis manos inquietas que abren una. Nunca supimos cual de los dos se veló. Como con otras cosas, el tiempo pasó, pasó y pasó, y ahí quedaron los rollos.
Hoy los miro y miro. Hay días en que la rutina me arrastra, mi casa se llena de gente, el tiempo pasa inexplicablemente más rápido, o simplemente estoy de buen humor. Pero hay otros días, en general los grises -y mi ánimo no entiende de cursilerías- en que algo me tienta a hundirme en la nostalgia. Pienso en los chinos, pienso en los rollos. Pienso en él.
La cuestión es... revelar o no revelar?

sábado, 24 de septiembre de 2011

Querer entre líneas.

Siempre estabamos juntos, demasiado juntos, y sin embargo, nos burlabamos de las parejas asqueantemente empalagosas y cursis. Nada de diminutivos, de voces estúpidamente tiernas al hablar, de peleas ridículas por quién corta el teléfono primero. Nos queríamos entre líneas. O al menos lo quería entre líneas.
Y hoy, acostumbrada a la inmadurez adulta de la solemnidad, me encuentro con que me deja, sola, con un par de frases prefabricadas, léase "se desgastó".
Para él es muy fácil. De aquella seriedad, justicia y equilibrio a los que nos acostumbró nuestra historia, se sirve para recitar su epílogo igualmente serio, justo y equilibrado.
A mi, en nada me sirven.. Sé que es aquí donde debería aparecer en mitad de la noche en su casa y montar una escena romántica, irresistiblemente pasional o lastimosamente trágica. Aquí es donde debería escribirle mails de carillas enteras nunca destinados a ser enviados, y aquí, donde en un impulso de medio segundo elegir "enviar", para 3 milésimas de segundo después, arrepentirme. Aquí es donde debería cortarme los dedos cada noche evitando acercarme al teléfono, para finalmente no soportar más y marcar su número casi involuntariamente. Conozco la historia, conozco mi papel. Simplemente... no puedo, no me sale, o mejor dicho, me sale mal. Me sale patéticamente mal.
Ayer lo ví, hablamos de la inmortalidad del cangrejo, me fui. En la esquina de su casa, un lamentable semaforo en rojo, me hizo frenar. Vacilante volví. Otra vez el insoportable silencio de ascensor. En su presencia, ya no tenía que decir. Solo sabía que no quería irme, que quería que me abrace como cuando me consolaba, que me acaricie el pelo, no importaba lo que pasara después. Pero no tenía palabras, lo seguía queriendo tímidamente, lo seguía queriendo entre líneas, sin espectáculos, sin mostraciones, lo seguía queriendo (,) simplemente.
Pero eso ya no servía ahora. Solo pude esbozar algunas palabras entrecortadas, que entre vueltas y rizos, solo querían preguntar por qué. Él volvió a poner play a su discurso memorizado, aunque esta vez con algunos fallidos que me contaron tristes verdades.
"Me voy" dije, sin más energías. El silencio del ascensor, esta vez, afectó mi enojo, y solo pude entre susurros reprocharle lo contradictorio de una lágrima que permanecía inmóvil en su mejilla.
Odio llorar a plena luz del día, entre desconocidos, y bajo anteojos que no me permiten taparme los ojos. Esta vez el semaforo no me hizo vacilar. En la esquina el 29 que se acercaba. Mi manía idiota de corroborar tener el celular conmigo a cada rato. Mis bolsillos interminables. Mi fracasada búsqueda y mi desesperación. El 29 que pasa de largo. El timbre otra vez.
Por lo menos puedo decir que mi inconciente me empuja al lugar que me corresponde, y sin embargo, no es suficiente. Solo valió un roce de manos y un "gracias" que odié ceder.
3 pm de tarde definidamente gris, subí al 29 con destino a hundirme en la nostalgia de viejos videos y fotos que había encontrado esa misma mañana. Al llegar a casa, las lagrimas ya habían secado. Otra vez, tampoco me atreví. Otra vez, solo me quedé con un inútil querer entre líneas.

jueves, 22 de septiembre de 2011

De tibiezas y trincheras

La primera idea fue hacer un blog de cine. Escribir sobre películas, sobre mis películas. A quién quiero engañar? Necesito hablar de él. Otra vez? Ok. Necesito hablar de mi, y gozar un poco al menos en este papel de víctima (lo único que me dejó al dejarme). Sí, ya fue, te lo digo: me dejó. Aunque haya pasado un mes repitiendo "fue de acuerdo mutuo" a todas las personas que quisieron saber indignadas "pero cómo!!??", en momentos en que hubiera preferido tener menos amigos.

Después de una cómoda adolescencia burguesa en la que traté de llenar mis horas con las más exóticas, trágicas y románticas historias de amor (para compensar un poco mi falta de falta), lo conocí. Por supuesto que mordí el anzuelo por la misma vertiente. Un poco de misterio, alguna locura entre medio, visitas secretas, y al final, me embaucó: era de los normalitos.
Llegó justo. Era hora... 20 años. el lugar de segunda infravalorado por amigas moralistas. Era hora de "sentar cabeza".

Dicho y hecho. Mi cabeza se sentó en la silla principal, comodamente, desplazando a mi corazón, si quieren un poco de cursilería, o a mi cuerpo, si quieren un poco de verdad. Y disimuladamente, como quien no quiere la cosa, fue ganando terreno. Chau tragedia. Chau Manuel Mandeb. Chau Dolina. Chau Laura. Nada costó el amor. Lo amaba cómodamente. Amor de trinchera, según Martín. Lindo, suave, estable. Cotidiano. Que fea la palabra cotidiano para adjetivar un amor... Talvez sean excluyentes, y ese sea el problema. La vida pasaba cálida, entre épocas de fuego y de hielo, en general... tibia.

La gran pregunta es: Qué pasa cuando un amor de estos se termina? Es la primera vez que lo enfrento, y la incomodidad es enorme. Como quien quiere imitar reacciones que sirvieron en otras épocas y lugares, lo primero que intenté fue aturdirme con Radiohead y Cranberries para descongestionarme de lagrimas. No fue lo que esperaba... Lloré, sí. Pero... dónde está ese sentimiento de no querer levantarme de la cama nunca más en mi vida, de los 15 años cuando ese novio bajito me cagó? Ya no apareció. Dónde está ese masoquismo de hundirme en las fotos viejas? No me atrevería...
Optimista? No. Todo es peor. Todo es desconcierto. Todo es tibio hasta en la angustia.

Y a pesar de todo, lo extraño. Lo extraño sin nostalgia. Lo extraño en futuro.