"Ojalá supieras comprender tu deber de ser meramente el sueño de un
soñador. De ser apenas el incensario de la catedral de los devaneos. De
tallar tus gestos como sueños, para que no fuesen si no ventanas
abiertas a paisajes nuevos de tu alma. Así se vertebraría tu cuerpo en
simulacros de sueño y entonces no sería posible verte sin pensar en otra
cosa, y harías recordar a todo menos a ti misma y verte sería oír
música y atravesar, sonámbulo, grandes paisajes de lagos muertos, vagas
florestas silenciosas perdidas en el fondo de otras épocas, donde pares
invisibles, y diversos vivien sentimientos que nosotros no tenemos.
Yo no te querría para nada sino para no tenerte. Querría que, soñando yo
y si aparecieses tú, pudiera yo imaginarme aún soñando- no viéndote tal
vez, pero advirtiendo quizá que el resplandor de la Luna ha llenado de [
] los lagos muertos y que ecos de canciones ondean súbitamente en la
gran floresta tácita, perdida en épocas imposibles.
La visión de ti sería el lecho donde mi alma, niña enferma, se
adormecería para soñar otra vez con otro cielo. ¿Si hablarías? Si, pero
de tal modo que oírte fuese no oírte sino ver grandes puentes a la luz
de la luna, uniendo las dos orillas oscuras del río que va a dar al
antiguo mar donde las carabelas son nuestras para siempre.
¿Sonríes? Yo no lo sabía, pero en mis cielos interiores vagaban las
estrellas. Me llamas dormida. Yo no me daba cuenta, pero en el barco
distante cuya vela de sueño bogaba bajo la luna, veo lejanas marismas."
Bernardo Soares.
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