Mi balcón da a un edificio vecino. El balcón más alto del edificio
vecino es largo y hermoso, de esos que se envidian. Sus habitantes
varían entre mujeres jóvenes que cuelgan la ropa a las 2 de la tarde, u
hombres en edad de panza cervecera que preparan el asado a las 10 de la
noche, o nenes que corren, o abuelas que corren a los nenes que corren.
Nunca llego a memorizar sus caras como para identificarlas cuando se
repiten. Cada día es una nueva historia en mi cabeza. Pero hay algo
constante. Siempre hay fiesta. Fiesta moderada, pero, gente, luces,
comida. Es una envidia permanente. Entonces, decidida a competir,
anteayer hice una fiesta con luces y música y mucha gente. Hoy, dos días
después, viernes, esperando su revancha, veo un balcón largo y hermoso,
a oscuras, y una pareja cenando románticamente a la luz de las velas.
Los odio.
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